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Los gobiernos y la plaga de las noticias falsas

El problema del gobierno con las noticias falsas Fuente: Pixabay Siempre que exista un gobierno democrático, van ha existir amenazas concretas hacia esa democracia. También es un hecho que las opiniones de la gente son, a menudo, fácilmente influenciables, especialmente cuando se les presentan argumentos fluidos y convincentes, independientemente de que se basen en hechos reales o no. Dicho esto, la sociedad no puede funcionar sin un acceso razonable a la información. En cuanto se censura la información pública, la democracia deja de ser verdadera o digna de confianza. Con las noticias falsas, controlar la información no resulta sencillo. Al contrario de lo que ocurre en cosas como los juegos de casino en línea, donde los generadores de números aleatorios y los resultados son monitorizados por las autoridades reguladoras para garantizar que sean justos, las noticias son mucho más fluidas y muchísimo más difíciles de controlar. Como ocurre cuando se manipulan las pruebas que van a ser utilizadas en una investigación policial, la información disponible a través de los medios puede resultar también peligrosa y engañosa. Los gobiernos de todo el mundo luchan a diario contra las informaciones falsas, y más aún durante las elecciones generales. Como las noticias falsas son ahora más frecuentes, se han convertido en un problema aún mayor, y esto no muestra signos de desaceleración. La pregunta que surge es: ¿qué pueden hacer, si es que pueden hacer algo?

Un verdadero callejón sin salida

Impulsando al máximo la maquinaria propagandista Fuente: Pixabay El verdadero problema es que la desinformación y la falta de información son igual de perjudiciales para el equilibrio democrático. Por lo tanto, no tendría ninguna utilidad tratar de remediar la situación restringiendo el acceso a la información y la libertad de expresión de los medios de comunicación. Simplemente, no es posible disfrutar de los beneficios de uno, sin tener que soportar los peligros del otro. Los efectos de la falta de información o, incluso, simplemente del acceso restringido a dicha información se ven a menudo en los países en vías de desarrollo, donde no todo el mundo tiene acceso físico a la información existente, por muy disponible que esté. El peligro está en que, muchas veces, la gente no participa en los procesos democráticos simplemente por estar mal informados o completamente desinformados. Esto ocurre a menudo en el continente africano, donde la mayor parte de la población es pobre y totalmente incapaz de recurrir a la tecnología necesaria para disfrutar de cualquier forma de participación digital. Esto sólo sirve para reforzar aún más el ciclo negativo de los países más pobres, que se llevan la peor parte de la falta de acceso a información, de forma mucho más extrema que sus homólogos más afortunados, lo que ensancha aún más la brecha total.

Juegos peligrosos

Resulta realista esperar que la gente reaccione según la información que recibe de los medios de comunicación, ya proceda esta de fuentes fiables o no. Además, las personas tomarán decisiones importantes en base a la información proporcionada por dichas fuentes. Sea o no esto siempre así, la información proporcionada por los medios de comunicación se percibe como un relato real de lo que está ocurriendo, no sólo respecto a un país concreto y su actualidad en un momento dado, sino también en el mundo. Las opiniones de las personas se forman según lo que creen que es real y verdadero, y, con las noticias falsas, la diferencia entre lo verdadero y lo falso puede fácilmente convertirse en una zona gris.

A menudo, el silencio es oro

Un problema aún mayor surge cuando un gobierno se involucra en el funcionamiento de los medios de comunicación por razones equivocadas, es decir, cuando el objetivo es difundir propaganda sesgada. El objetivo de esta práctica es, a menudo, tratar de imponer ideas interesadas, con el fin de asegurarse su reelección. Muchas veces, esto no se hace en beneficio de las personas, sino como una manera de satisfacer la agenda de aquellos que están en el poder. En estos casos, el funcionamiento interno de los principios de la democracia está en peligro y, cuando los representantes más honrados de los medios de comunicación se percatan de ello, personas inocentes pueden quedar en una situación difícil. Al final, termina convirtiéndose en un círculo vicioso de mentiras y engaños, en el que ciertos individuos tratan de encubrir la verdad con el fin de protegerse a sí mismos, en lugar de proteger el bien de la mayoría. Cuando los gobiernos tratan de atajar las noticias falsas, tienen que pisar la fina línea entre censurar la información y garantizar que los lectores accedan a noticias fidedignas. Actualmente no hay ninguna forma concreta de hacerlo, pero es posible que, en el futuro, existan normas obligatorias específicas para cada país.


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